El pájaro ha desplegado sus alas,
pretende aprovecharse del viento que,
sorpresivamente,
ha incrementado su corriente.
Si no aletea y emprende su vuelo en este riguroso instante,
morirá,
disipándose entre los gritos que habitan en el bosque oscuro.
Yo soy ese pájaro,
empujando tirando fuerte,
tratando, batallando, por abrir mis alas,
y volar lejos,
y llegar hasta tí.
Porque tu eres la briza tibia que mis alas necesitan para sentirse tangibles, liberta.
Debo volar hacia tí,
sanidad,
para no perderme en las cenizas de donde provengo.
Volar,
a través del mar que amenaza mi viaje con su profunda vastedad.
Debo volar hasta tus ojos,
pues son mi secreto más oscuro,
son mi desierto,
en donde quiero yacer.
Yacer en tus dunas suaves y tibias,
cual paloma herida,
y con calma, pacíficamente, hundirme en tus arenas movedizas.
Desaparecer.
El desierto es redención.
El mar, peligroso.
El mar es profundo,
lleno de vida,
de criaturas,
tal como la que tiene su propia voz,
y vive dentro de mi mente,.
El desierto es plano.
Solitario,
pero hermoso y silente.
y en el viven unicamente los redimidos.
Sobrevivientes de la muerte más agotadora.
Tu eres mi desierto.
Quiero yacer desnuda en el oasis de tu cuerpo.
Exhausta, pero sedienta aún.
Sedienta de tu piel.
Quiero saciar mi deseo con tu saliva,
y alimentarme de cada uno de tus dedos.
Necesito forzar mis alas más fuertemente,
emprender el vuelo final,
y renacer,
libre al fin,
y volar,
sin las alas que me atan a la locura....
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