Inhalo,
tratando de retener cada uno de los centímetros de tu piel en la memoria,
exhalo,
y dejo impregnados en la punta de mi lengua el sabor de los lunares de tu espalda.
Vivo en el recuerdo,
de las mañanas en tu cama,
respiro y aún puedo oler tu perfume de alcatraces.
Me levanto,
trastabillo con el canvas de la noche anterior que aún gotea,
como venas suicidas
los colores negros y bermejos de las pinceladas furiosas con las que intenté expeler mi ansia tan salvaje de tus besos.
Creo que fue ayer,
aunque ha pasado tanto tiempo, que no sé de cierto,
que caminaba por el pasillo largo de mis errores,
contándote mentiras para el recreo de mi ego.
Respiro, y en silencio,
logro cauterizar mis heridas,
pensándote.
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