Te
soñé.
Al filo de
la madrugada.
Lenta y
profundamente,
como esos
efectos extraños que hace Cerati con la palanca de su guitarra en la ciudad de
la furia.
La
sensación de tí va subiendo desde la boca de mi estómago hasta mis senos
pequeños,
rodeas mi
cuello y me robas el aliento.
Tu presencia
en la habitación dibuja una sonrisa en mi rostro,
me pongo boca abajo, mi palma derecha entre
mis piernas, dispuesta al ultraje,
y ya no
eres un sueño.
Eres íncubo
bajando por mi espalda penetrando los poros de mi piel.
Comienzo a
sudar pese al sereno,
limpio el
sudor con la mano izquierda.
Y entonces
estas tú parado en la yema de mis dedos.
Exquisito,
como un libro, o el chocolate blanco.
Suena el
despertador indicándome que en media hora debo ir a nadar, y desaparece tu olor.
Suelto dos “chingá”
y prometo que los sueños que tenga contigo,
si es que
se presentan otra vez,
dejarlos dormir,
al
amanecer,
entre mis
piernas...
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